Señora. Los cauterios duelen, pero sanan, la lisonja alaga, pero mata. Yo no temo, ni espero; soy un viviente entre los difuntos, y un difunto entre los vivientes: merezcale à V.M. este desasimiento, aquel genero de atencion, que se deve à una libertad sincera, y desnuda de todo artificioso aliño: aplique V. M. un rato los oidos, y no como los habitadores del Nilo sordos siempre con aquel perpetuo ruido, dexe V. M. ensordecerse tambien del porfiado embarazo que pone a los suyos la engañosa voz de Euerardo Naydardo ...