Carlos Altamirano Orrego (Santiago, 18 de diciembre de 1922-ibídem, 19 de mayo de 2019)​ fue un abogado y político socialista chileno, conocido por su controvertido papel de dirigente durante el gobierno de la Unidad Popular (UP). Recibido de abogado en 1947, en el plano académico se desempeñó como profesor de hacienda pública y derecho económico en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, su alma máter. Su principal trascendencia en la historia política de Chile fue, en primer lugar, promover la implantación del socialismo real por la vía que fuese necesaria (1965-1973) y, en segundo lugar, haber encabezado desde 1979 una renovación ideológica del socialismo chileno que incluyese la administración de un capitalismo alternativo al neoliberal​ —sistema que, alrededor del periodo 1990-2019, se mantuvo bajo la hegemonía de la última corriente mencionada—.​ Si bien hay progresistas que rescatan su trayectoria o su «renovación», como Juan Gabriel Valdés,​ no deja de haber voces críticas en su contra desde ese mismo sector como, por ejemplo, la de Camilo Escalona (PS), centroizquierdista pro-mercado y entonces alto dirigente de la extinta Concertación de Partidos por la Democracia (1990-2010).​ Comenzó su carrera política en 1945, año en que se unió al Partido Socialista (PS), único partido en el que militó durante toda su vida. En 1952 fue parte de la facción del PS que se alió a la candidatura del general Carlos Ibáñez del Campo. El segundo gobierno de aquel militar (1952-1958) tuvo dos fases: una populista (1952-1955)​ y otra liberal (1956-1958).​ No obstante, él y otros dirigentes, como Clodomiro Almeyda, renunciaron anticipadamente al gobierno en 1953 debido a una huelga disipada en la Fábrica Yarur-Sumar. Mientras fue parte de esa gestión, ejerció como subsecretario de Hacienda. En 1956 la izquierda se reunificó y, desde allí, permaneció de lado de Salvador Allende, a quien apoyó en calidad de diputado (1961-1965), senador (1965-1973) y secretario general de partido (1971–1979). Profundo amigo de Allende,​ el papel de Altamirano en su gobierno estuvo marcado por su apoyo crítico a la radicalización de las bases sociales y obreras que, según el historiador estadounidense (pro-UP),​​ formaban una «revolución desde abajo» que chocaba con la moderación de la «revolución desde arriba» dirigida por los profesionales burócratas, apoyada por el Partido Comunista (PC) y propugnada por Allende, quien obtuvo apoyo irrestricto del partido antes mencionado. Asimismo, es recordado por su discurso del 9 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile. Allí denunció sesgada y agresivamente el plan golpista de la Armada de Chile en contra del gobierno de la Unidad Popular,​ es decir, el resultante golpe de Estado del 11 de septiembre concretado a causa de la alianza entre las tres ramas de las Fuerzas Armadas de Chile (Ejército, Aviación y los marinos que denunciaba) y Carabineros. Entre 1974 y 1993, se mantuvo exiliado en la República Democrática Alemana (1974-1979) y Francia (1980-1993) para finalmente volver a Chile a tres años del retorno a la democracia. Durante la segunda parte de su exilio, experimentó un viraje ideológico hacia la socialdemocracia,​ razón que dividió a su partido en torno a sus seguidores representados por Ricardo Núñez​ y los partidarios de Almeyda, quienes apostaban por un marxismo-leninismo clásico al estilo del Partido Comunista.​ La heterodoxia de Altamirano respecto de los últimos se refleja, por ejemplo, en tesis suyas como aquella en la que postula que para ser socialista «en ningún caso se necesita ser marxista»​ ya que, a su juicio, tal corriente política solo sería una categoría de análisis, mas no una ideología.​ Como consecuencias directas de la renovación ideológica emprendida por Altamirano destacan: a) la renuncia del PS al marxismo como su credo principal, y b) el acercamiento de su partido hacia el Partido Demócrata Cristiano con miras a aliarse de cara al plebiscito nacional de 1988 para derrotar a Pinochet, quien ejercía dictatorialmente​ el cargo de presidente de la República desde el golpe militar de 1973. Una vez vuelto a Chile, se retiró de la política activa dedicándose a criticar y reflexionar acerca de la transición a la democracia pactada con la Junta Militar, periodo cuyo sistema fue, en palabras del politólogo democristiano Carlos Huneeus Madge, el de una «democracia semi-soberana», es decir, el de enclaves autoritarios que dominan la política​ y cuyos consensos en Chile tuvieron por finalidad frenar grandes reformas a los tres grandes pilares que el sociólogo Manuel Antonio Garretón identifica en el papel anti-estatista de la Constitución de 1980: «el mercado como forma de organización social, el Estado subsidiario y la desigualdad socioeconómica».​ Asimismo, entre 2006 y 2010, publicó sus memorias en formato de diálogo junto con el historiador Gabriel Salazar, ex miembro de la agrupación ultraizquierdista MIR. En ellas se critica la tesis sobre la presunta culpabilidad de Altamirano en el golpe​​ y, además de su bagaje político, también se analiza la historia y política chilena desde el triunfo conservador en Lircay (1830) hasta la actualidad. De igual modo, Altamirano allí intenta dejar un legado respecto a la actitud que, según su parecer, debiera tener la izquierda en torno a la globalización.​ Entre los políticos influenciados por sus memorias se puede contar a Gabriel Boric,​ quien, no obstante, ha sido criticado por Salazar, co-autor del texto.​

Altamirano, Carlos

Lugar de nacimiento:

Santiago de Chile

Categoría profesional:

Abogados, Politicos,

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Lengua: Español